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Ni ladro ni muerdo, relatos viajeros del bizarro taciturno

Updated: Dec 5, 2018


 


 

El bizarro taciturno aventura su alma enmohecida prematuramente, partiendo desde su maravillosa ignorancia hacia otro destino. Si permanece en un mismo lugar por mucho tiempo, su esencia se marchita, sofocada de sabiduría elaborada. Debe partir para ser un solitario fantasma, con su silenciosa valentía, en los caminos sombríos, donde a veces representa un “uno”, y otras; un “cero”, entre los demás elementos recombinados de la materia universal.

El bizarro taciturno es un omnívoro social, vegano a escondidas, con su imbatible fe ambientalista. Quisiera poder vivir unos mil setecientos treinta y cuatro años para seguir emocionándose al llegar a un lugar, no siempre nuevo para él, para llegar nada más, y para despojarse de su hábito convencional, para removerse el espíritu a disposición estelar, quizás también; para contagiarse de miles de sensaciones y vibrar en comunión con otras energías que se permutan en su vida actual, al menos, en contados increíbles eventos.

Lo más bello que le pasa siempre, es hallar huellas que seguir, y se entrega a la gratuita gracia del encuentro novedoso. Entonces, su alegría se torna un recipiente a ser llenado, con fantásticos recuerdos de compañías invaluables, como la del labrador vagabundeando en el silencio de la luna nueva, o como la del cactus espinoso en medio del desierto, regalándole desprendidamente algunas de sus espinas, o las de coloridas orugas buscando dónde hacer su metamorfosis para volverse las monarcas del rosedal, y 12 otros pegajosos arrastrándose, sin procurar ser salvados, hacia el humedal. O el silbador en la orilla, y de tantos otros que, uno se olvida porque la memoria está llena.

El bizarro taciturno anda buscando la energía última, deshebrando la bandera y el nombre dado, para proteger lo que nadie más protege, su individualidad libertadora. A partir de aquí, empieza el viaje. Carga su pesada mochila, advirtiendo que contiene un lastre extra de temores y padecimientos físicos. Todo cuenta, todo suma, todo agita los números de la balanza, no obstante; irá progresivamente quemando todos esos barriletes de abundante grasa xenofóbica, impuesto por el asfixiante sistema villano de su especie. Sueña recurrentemente con ser un héroe, que salva lo que queda del mundo, pero como los trofeos materiales no son joyas que atesora, su premio es contemplar la belleza última de una atmósfera restablecida, con su pintoresca singularidad. Y en algunas ocasiones, en esos sueños, aparece acompañado de una mujer muy guapa, cuya preciada confianza se ganó, porque su real mérito inmortal, es enamorar con su aspecto que no responde al estándar convencional, con ella; silban en coro, una canción atemporal, mientras un prisma ilumina matizando su horizonte. Cuando las almas se topan con él, lo tildan de lunático o idealista, que es más o menos lo mismo, y lo envían a los escombros de la realidad traicionera, a trabajar sobre su propio eje, en el gobierno de su intrépida esperanza, para que no se distraiga buscando la luz omnisciente, y respete al supremo dios de la economía global. Sus imprudencias por intentar desprenderse de las cadenas opresoras, le hacen sufrir irremediablemente, pero 13 nunca se rinde del todo. También ha tenido pequeñas victorias por las que goza risueño, porque, es un buen tipo, y tiene un noble corazón deseando explorar este mundo espléndido, donde el destino es un sentido, es un amor, un refugio, las raíces de su origen, una experiencia trascendental, o más. Conquista banderas completando vueltas al mundo, de ida y de vuelta. Busca la belleza inexplorada en el silencio de las flores pasajeras, en el jardín perfumado, de raíces libres que no crecen rancias en tierras geopolíticas.

El bizarro taciturno es un perro solitario, un alma errabunda que crece como una planta inquieta, con su simple virtud de acercarse al resplandor, para construir historias ambulantes, efímeras, leves, curando su alma con sonrisas que borran el pavor inoculado en la comunidad, con la certeza de que él y todos nosotros, nos iremos de este mundo sin entenderlo lo suficiente, sin protegerlo lo suficiente y sin arreglarlo lo suficiente. Apenas, viajando lo suficiente. Rotando con la tierra y viajando en espiral alrededor del Sol.

El bizarro taciturno es una planta en movimiento, esperando la garúa limpiadora para desprenderse de los dramas que sobran, y quedarse con un cúmulo de minutos sublimes, y su felicidad valiente para no necesitar nada más que andar.



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